Juan Osorio juro ante el cuerpo de su hijo jamás volver a probar las drogas

Por más de tres décadas, Juan Osorio, de 62 años, ha sido uno de los productores más exitosos, gracias a la facilidad que tiene para contar historias. Sin embargo, hay una que no ha contado: la suya. A corazón abierto, el productor nos habló de los momentos que han marcado su vida y que lo llevaron a ser quien es hoy en día.

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“En la CDMX; éramos ocho hermanos, y aunque mi familia era de clase media y tenía un nivel bajo de vida, nada me frenó”.

 

“Era inquieto. Una vez me expulsaron porque me peleé por el amor de una niña (ríe)”.

 

“Muchas, mi papá trabajaba mucho y mi mamá era ama de casa. Sólo una vez salimos de vacaciones, yo quería ir al mar y mi papá nos llevó, tardamos horas en llegar a Acapulco y nunca quise regresar”.

 

“Toda mi vida fijé mi pensamiento en estar en la tele, quería ser actor, pero decidí dejarlo cuando no crecí como tal (ríe); yo no tenía el prototipo de los galanes”.

 

“No, de hecho, me corrió de la casa. Yo tenía 15 años y me fui con una tía, pero sólo estuve unos días con ella, después me fui a vivir a un cuarto de servicio”.

-¿Cómo pasaste de actor a producir telenovelas?

“El señor Antulio Jiménez Pons me empezó a guiar por la producción y supe que eso era lo mío. Pasé de ir por las tortas y preparar las botanas a ser asistente de dirección”.

 

“En la telenovela Toda una vida, el productor original era Guillermo Díaz Zayas, pero a media producción tuvo un problema de salud y la protagonista, que era la actriz Ofelia Medina, habló con el licenciado Alemán y le dijo: ‘Déjalo, él merece llevar la producción’; ésa fue mi primera oportunidad”.

 

“Ya estaba grande, tenía 33 años. En ese entonces mis telenovelas comenzaron a tener éxito, y me perdí. Empecé a tomar y me volví alcohólico”.

 

“A los 35 años. Me abrieron un papel de coca y la tiré toda, porque me hizo estornudar. Después empecé a consumir crack”.

 

“Estuve internado, pero por desnutrición. Las drogas me dejaron hecho una piltrafa. Me metieron tres veces en clínicas de rehabilitación: la primera Televisa me mandó a Oceánica, pero recaí; la segunda yo la pedí y la tercera fue cuando la empresa me corrió”.

 

“Lo perdí todo: dinero, una casa, a mi familia; no tenía dónde vivir, no tenía ropa y tampoco zapatos. Terminé en la calle pidiendo limosna,

era un adicto”.

 

“No sólo a pensarlo... ¡intenté suicidarme!, me puse una pistola en la cabeza, pero estaba tan débil, que cuando disparé moví la mano y por eso no me maté”.

 

“Hace 18 años. Decidí no consumir primero por mí y segundo porque el día que murió mi hijo Juan, a causa de un infarto fulminante, llegué al velatorio, saqué su cuerpo frío del ataúd, lo abracé y le dije: ‘Te juro que jamás te vas a avergonzar de tu padre’”.

 

“No, para nada, fue algo muy repentino, ese día fue a correr muy temprano, regresó, se acostó y puso las piernas hacia arriba; eso le provocó una fuerte corriente de sangre que le causó el infarto”.

 

“Así es, estaba en terapia intensiva, me acababan de operar de la garganta; mi hija Miriam me marcó y me dijo: ‘Papá, Juan se adelantó’, entonces me salí con todo y cables. Fue algo muy difícil y aún no lo he superado, pero sé que algún día me reuniré con él”.